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El Estado laico debe garantizar la libertad de conciencia ante la ley: Roberto Blancarte

17 de noviembre de 2020

Con el tema ¿Por qué hablamos de libertades laicas? El Dr. Roberto Blancarte participó en el espacio del programa “Conversaciones desde El Colegio de Sinaloa”, el martes 17 de noviembre del año en curso, a través de las plataformas de Facebook y YouTube de este organismo.

Durante su exposición, Roberto Blancarte compartió el origen de los Estados laicos, el cual se remonta a la época de las guerras religiosas donde no se permitía creer en algo más que no fuera establecido por la Iglesia. Es así como a través del protestantismo se diversificaron las doctrinas religiosas. El surgimiento del Luteranismo generó profundas divisiones y guerras de religión cuya complejidad gobernó durante los siglos XVI y XVII. Dichas guerras no cesaron hasta que se presentaron acuerdos de paz como el tratado de la Paz de Augsburgo de 1555 donde se estableció que cada príncipe tenía la capacidad y el derecho de elegir la confesión a practicar en sus Estados.

Asimismo, el sociólogo nos compartió una reflexión dónde afirma que —si bien esos acuerdos de paz no generaban una libertad religiosa— sí se logró reprimir la sentencia de muerte o eliminación de todo ser en la doctrina de la época. Esa libertad limitada aún no permitía una pluralidad religiosa dentro del Estado, ya que los ciudadanos tenían que confesar la misma doctrina que su gobernante bajo el estatuto: “Un rey, una ley, una fe”.

No fue sino hasta el Tratado de la Paz de Westfalia, casi un siglo después en 1648, que se estableció algo más profundo en términos de tolerancia religiosa; primeramente, la división de Estados modernos y dentro de ellos una tolerancia simulada permitiendo que se profesara cualquier religión. Esa “tolerancia” se disfrazó en acciones como “aguantar” y “soportar” en lugar de respetar y comprender la confesión del prójimo bajo un principio de igualdad. Esta idea fue poco a poco edificándose y promoviendo una mejor relación entre los Estados y las Iglesias, por lo tanto, se convirtieron en el origen del régimen de laicidad.

De acuerdo con Roberto Blancarte, los Estados laicos de dichos siglos son la fuente de la soberanía política actual, ya que en esa época los monarcas necesitaban ser consagrados para lograr su legitimidad ya que se creía que dichos soberanos habían sido elegidos por un poder supremo. Su transformación surge gracias a diversas formas democráticas generando un cambio radical de la voluntad soberana que radica en el pueblo. Bajo esta premisa de voluntad popular, donde el pueblo es el que le otorga la capacidad al soberano de gobernar, se entiende que no puede existir un régimen laico si no es democrático. La laicidad en el fondo se convierte en una transición de formas de legitimación política antes otorgada por la Iglesia, ahora otorgada por la voz popular.

Dentro de sus reflexiones, Roberto Blancarte señala que “Hoy por hoy, donde la sociedad es diversa e incluso multinacional y multicultural, el Estado laico debe garantizar la libertad de conciencia y la igualdad de todos ante la ley y por consiguiente a la no discriminación, permitiendo así libertad de autonomía moral a los gobernados en virtud de sus convicciones individuales”.

El Dr. Blancarte concluyó su participación afirmando que el Estado laico no debe estar en contra de la religión sino que “debe permitir, en su mayor expresión, la libertad de religiones y convicciones espirituales, garantizando la libertad de conciencia que defiende el derecho de elegir, por ejemplo, sobre tu propio cuerpo, el cómo, cuándo y con quién contraer matrimonio, entre otras garantías esenciales”.

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