7 de marzo de 2024.
Con la pregunta ¿Para qué leer y escribir literatura infantil y juvenil en México?, el escritor José Andrés Acosta Cuevas estableció un diálogo con los asistentes al 4to. Encuentro Leer y Escribir para Formar —coordinado por El Colegio de Sinaloa, la Secretaría de Educación Pública y Cultura y la Escuela Normal de Sinaloa— este jueves 7 de marzo, en el salón del hotel San Marcos. La actividad fue moderada por la Mtra. Aurora Félix Delgado.
Al inicio de su participación, Andrés Acosta —nombre con el que firma sus obras literarias— mencionó que el título de su charla lo escogió con la intención de invitar a la reflexión respecto a por qué era valioso escribir literatura de estos géneros en un país donde se lee muy poco. A manera de respuesta, afirmó que, contrario a lo que suele asumirse, los jóvenes consumen más literatura que los adultos, pues tienen más tiempo libre y se encuentran en un proceso de autodescubrimiento, por lo que la producción de literatura juvenil es muy importante para aumentar el nivel de lectura.
“Hoy en día, una de las literaturas que más se debe promover es la juvenil y no porque me dedique a ella, sino porque la juventud está buscándose, conociéndose y puede hallarse en la literatura: ver su vida narrada y acceder a su representación”, señaló.
Comentó que la literatura infantil y juvenil comúnmente son abordadas en conjunto, no obstante, son fenómenos separados que surgen en diferentes momentos históricos. Las raíces de la literatura infantil son muy antiguas, encontramos vestigios en los cuentos de hadas de la Edad Media, por ejemplo, pero “modernamente surge cuando los niños son reconocidos como sujetos de derecho: ahora pueden leer y tienen tiempo de estudiar. Es entonces cuando esta literatura cobra fuerza y llega a las casas editoriales”, indicó el escritor.
El caso de la literatura juvenil es distinto. Su origen es más reciente, pues data alrededor del siglo xix, en la época de la Revolución Industrial, cuando al atravesar por un cambio económico y tecnológico tan relevante empiezan a notarse etapas del ciclo de vida que anteriormente pasaban desapercibidas. “Poco a poco se acrecienta un reconocimiento a la juventud y sus experiencias de vida se retratan en la literatura”.
Asimismo, Andrés Acosta comentó que la lectura en niños y jóvenes debe de iniciarse con lecturas que los emocionen, independientemente de si son clásicos o no, ya que con el tiempo el tipo de lectura se va transformando en textos más serios. Destacó la importancia de leer autores nacionales que permitan acceder a través de sus letras a vivencias más cercanas a nuestra realidad, pues “aunque la lectura de los clásicos es importante, su realidad se asemeja muy poco —o nada— a la nuestra”.
En cuanto a cómo promover la escritura y la lectura en los salones de clases, dijo: “Yo escribía en los cuadernos de la escuela, en las últimas páginas porque me aburrían las clases… escribía cuentos, poemas, cualquier cosa”, y agregó que una compañera lo incentivó a ir a un taller de creación literaria y ese momento fue determinante para él.
“El día que yo pisé un taller, mi vida cambió. Me di cuenta de que yo era un escritor, no es que yo quisiera ser un escritor, sino que era uno y ahí conocí la manera de abordar un texto, de corregirlos, de leer para escribir desde otra perspectiva”, expresó el autor. De ahí que enfatizó que en las aulas, la lectura y la escritura se tendrían que promover de manera vivencial, donde lo primero sea la emoción, lo vital, para que los alumnos puedan identificarse con la lectura y convertir el acto de leer en un diálogo con el texto. Cuestionó ¿por qué no convertir esto en un ejercicio de taller en un aula?
Con una dinámica conversacional alrededor de la conferencia, Andrés Acosta también habló de cómo identificar libros dirigidos a cada una de las etapas (literatura infantil, juvenil y para adultos). Especificó que la literatura infantil refiere al niño dentro de su entorno familiar, cómo vive, piensa y siente dentro de ese espacio. Por otra parte, cuando el niño rompe el núcleo familiar llega a la etapa de la adolescencia que corresponde a la literatura juvenil, misma que relata las experiencias de convertirse de niño a adulto, los cambios del cuerpo, de la mente y sociales. Esta última es el intermedio para llegar a la literatura de adulto.
De la misma forma, por parte de algunos asistentes se trató el tema de la literatura en lengua de señas, específicamente la ausencia de ésta y las dificultades que representa no sólo incursionar en la lectura sino cómo promoverla, siendo la lectura en voz alta, el contar cuentos, la manera más usual de fomento a la lectura. Esta intervención fue traducida por la intérprete de lengua de señas presente en cada una de las actividades del encuentro.
Para responder, Andrés Acosta concluyó que “hay tantas posibilidades de lenguajes y hay que incluirlos a todos. El siguiente paso es que cada uno de ustedes cuando salgan de aquí se vuelva portavoz de esa necesidad que nos corresponde a todos, no sólo a las instituciones, nosotros como personas también somos responsables de lo que hay que hacer”.
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