Jaime Labastida compartió una lección de poesía con poemas de Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Ramón López Velarde y otros poetas, como parte de las actividades del Club de Lectura “Efecto tequila” que está promoviendo Élmer Mendoza en El Colegio de Sinaloa para impulsar la formación de lectores, el jueves 19 de junio, en el Centro Sinaloa de las Artes “Centenario” del ISIC, ante un público conformado por integrantes del club y público en general.
Con la intención de asombrar a los asistentes y despertar en ellos un interés por la poesía, Jaime Labastida inició su charla con la lectura en voz alta de algunos poemas, entre los que se destacan: Soledades de Luis de Góngora, Desde la torre y A Roma sepultada en sus ruinas de Francisco de Quevedo. De esta forma, al abordar la octava introductoria de la Fábula de Polifemo y Galatea, Labastida explicó queGóngora construye este poema a través de un hipérbaton, figura retórica que altera el orden y torna difícil el sentido:
Templado, pula en la maestra mano
el generoso pájaro su pluma,
o tan mudo en la alcándara, que en vano
aun desmentir al cascabel presuma;
tascando haga el freno de oro, cano,
del caballo andaluz la ociosa espuma;
gima el lebrel en el cordón de seda,
y al cuerno, al fin, la cítara suceda.
Labastida profundizó en el fragmento con preguntas que desentramaban línea a línea el poema. Posteriormente, para ampliar la comprensión del mismo, compartió algunas pistas: la esencia de todo gran poema es la ambigüedad —citando a Octavio Paz— y se puede interpretar de diversas maneras. “¿Quién es el conde de Niebla? un aristócrata, no hace nada, se dedica a la cacería, es un inútil. Góngora le pide que deje al generoso pájaro de cetrería, que lo detenga en la mano, no lo suelte. En el caso de Góngora hay que leer con el diccionario en la mano: la alcándara era el lugar donde se guardaban las aves. Deja de cazar, le dice al conde, invitándole a tascar el freno del caballo para que venga a escuchar el poema”.
Esa sería la esencia de la poesía: causar estupor, sorprender, pues como se afirmaba en la Grecia antigua “el primer inicio de la poesía es el estupor, no se entiende nada, pero emociona y luego se trata de comprender”, expresó.
Posteriormente, Labastida leyó en voz alta un fragmento de Soledades de Luis de Góngora:
Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa
(media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo),
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
Ante diversas opiniones que los asistentes compartían, Labastida explicó verso a verso el sentido del fragmento anterior, apreciando la habilidad de Góngora para —de una forma complicada y artificiosa— decir en estos cuatro versos que era el mes de abril en primavera. Parece difícil, pero es fácil: el mentido robador era Zeus que se disfraza de toro para robar a Europa. “La primavera tiene tres meses; el sol está en todo su esplendor y en las noches hay una media luna. En el zodiaco hay un signo que representa a Tauro. Fíjense, estos seis versos se configuran sólo para decir una fecha. Eso es lo que se debe leer en la poesía, hay que tratar de encontrar el sentido, aunque el sentido en este fragmento es banal”.
Ante la pregunta ¿Qué es la poesía?, el escritor y filósofo sinaloense afirmó que la poesía no podía ser definida, pues más que una definición clara, la poesía posee una serie de atributos que son los que hay que desentrañar y encontrar en los textos a medida que se va leyendo. Agregó que la poesía tampoco puede enseñarse, acaso se puede enseñar a versificar, la técnica o el género, pero no se puede enseñar a nadie a ser poeta.
Expresó que —al igual que Octavio Paz— consideraba que para entender este género literario había que partir del núcleo, de la célula poética, es decir, del verso y averiguar cuál es su contenido. “No hay que saber, precisamente, qué es poesía, sino qué características contiene el verso que la compone: comparaciones, metáforas, traslado de sentido, entre muchas otras cosas”.
Para concluir con esta idea, compartió un verso escrito por José Gorostiza: “El Ulises salmón de los regresos”, en su poema Muerte sin fin y cuestionó ¿Qué relación guarda un personaje ficticio de la Odisea con un pez? La respuesta fue que tanto Ulises como el salmón se enfrentan a una serie de dificultades para alcanzar sus objetivos personales; el de Ulises es volver a Ítaca, mientras que el del salmón es nadar contra la contracorriente para volver a su lugar de nacimiento. “El sentido de la poesía es encontrar estas afinidades que en la vida cotidiana parecen no estar vinculadas, para establecer versos deslumbrantes”, afirmó Labastida.
Entre sus conclusiones, invitó a los integrantes del Club de Lectura “Efecto tequila” y público en general a sumar la poesía, no leer únicamente narrativa para que sea una formación lectora más rica, más integral.